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lunes, junio 05, 2006
pronóstico de
abril

Cuarto

Nunca he sido una persona sencilla, incluso en mis mejores momentos siempre había algo en mí que era díficil de entender. Siempre falta una pieza para completarme, siempre queda un resquicio de tinieblas. Siempre hay algún secreto por descubrir que ni yo misma a veces conozco.
No te pido que lo entiendas, tampoco te pido que llegues a completar el puzzle. Incluso me da miedo que lo completes y te vayas, que sientas que ya no hay más, que esto se ha acabado, que ya no quieras estar conmigo porque ya no haya lluvia, ni sol, ya no habrá nada. No te pido que te quedes, ni que te vayas. No me gustan los finales, ni las despedidas, ni las cosas completamente claras o completamente oscuras. Me gusta el gris y el resto de colores: el amarillo, el rojo, el azul, el naranja. El blanco y el negro son demasiado aburridos para ti y para mi.

Es verdad, no lo niego, me fui, me fui muy lejos de ti pero muy cerca de tu ventana, estaba ahi escondida sorbiendo mis mocos, escondiendo mis lágrimas.

Me asusté, me asusté de que te pudieras asustar. Me asusté de esta lluvia silenciosa que inundaba mi cama, pero no traspasaba tu ventana. Me asusté de que te ahogaras en este diluvio y de que no llevaras paraguas, ni chubasquero, ni quedaran más llamas entre nosotros.

Pero volví, y volví por un motivo. Yo siempre tengo motivos. Porque te añoraba, era extraño, pero sentía que algo en mi cuerpo había cambiado mientras hablabamos, sentía que movía mejor mis dedos gordos del pie, que sonreía más a menudo, que vibraba con algunas palabras. Y no me hacía falta la música.

Pero ahora, aunque estoy asustada, quiero seguir escribiendo y seguir desvistiendome para ti. Quiero, por fin, bailarte desnuda.

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jueves, abril 20, 2006
pronóstico de
abril

Tercero

En realidad nunca se me ha dado bien eso de mover solo un pie, el pie derecho, al compás. Solía apagar todas las luces, subir la música hasta que era imposible escuchar el ruído de la lavadora, hasta que las notas me invadían, me golpeaban el pecho con tal fuerza que solo podía dejarme llevar, y lo hacía, lo hacía con todo mi cuerpo, volaba, daba vueltas, saltaba y reía sin parar. Esa misma risa que ahora no me sale, esa espontaneidad que viajaba desde mi vientre hasta mi boca.

Ahora ya no sé bailar, he perdido el ritmo, el equilibrio, los golpes en el pecho, la risa. Lo he perdido todo.

Sospecho que se encuentran en algún lugar entre la silla de ruedas y mis familiares y amigos, en algún lugar entre la puñetera búrbuja que me rodea y el resto del mundo. ¿Sabes, julio? A mi me gustaba el afuera, me gustaba la realidad con esos sinsabores, con el amargor del chocolate puro y el dulzón del almíbar, con sus subidas y bajadas como en un baile entre lo carnal y lo espiritual, me gustaba respirar y caer, volverme a levantar.

Y ahora siento que tengo miedo, que no hay pista de baile que me sujete, que mis piernas no andarán, ni danzarán, ni darán un solo paso, paralizadas por este miedo. Que no hay música ni ritmo suficiente que me haga levantar.

Y sigo tu compás, un-dos-un-dos-tres, es un vals en el que me invitas a bailar y no puedo seguirte. Un-dos-un-dos-tres, la música suena y no la escucho golpear mi pecho. Un-dos-un-dos-tres, ya no sé volar. Si, Julio, otros lo han intentado. Despegarme de esta silla es una ardúa tarea y tal vez no hay música suficiente en ese tocadiscos.

Aunque también he dicho que solo tal vez, anda, déjala sonar otra vez. Esta aguja parece tener magia.

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martes, abril 04, 2006
pronóstico de
abril

Segundo

Las miro dentro de la caja, todas son esbeltas, de una madera blanquísima, con la cabecita grande, roja y ovalada. Saco la primera, me mira con cara desafiante, sabe que me costará encenderla, y yo intento recoger las fuerzas para prender y soplarte fuerte, pero lento, mientras apago mi primera llama.

Sé que la primera es la más difícil, como las tiras de cera al depilar, la primera es la que más duele. Como la primera carta.

Mi primer paso, hace ocho meses, no fue el que más dolió, no señor, fue el último que recuerdo. Aquél instante de lluvia de cristales y su frágil cuerpo tendido sobre el parabrisas, aquél crujido unísono de mis piernas y su espalda, aquél chirriante sonido de los hierros al girar. Aquél instante fue el que más dolió.

Luego llegó la nada, el silencio y el blanco, a veces rojo, a veces negro, pero casi siempre blanco.

Y el primer paso no dolió porque no lo recuerdo, porque el primer paso fue despertar dos meses después del estruendo, despertar hace ocho meses y ser capaz de mover los párpados, y ése, ya, fue el segundo paso.

No me queda aliento, y he decidido apagarla bajo el grifo. Allí no caben paraguas.

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martes, marzo 14, 2006
pronóstico de
abril

Primero

Desde hace ocho meses la tristeza inunda todos los rincones de mi cuerpo, me sumerjo lentamente en un mar de dudas, miedos y lágrimas. Me siento tan triste que llego a compadecerme de mi misma. Hoy no tengo fuerzas excepto para escribirte, en un último intento de que estas palabras lleguen a ti.

En mi vida, como supongo en la del resto de la humanidad, hay temporadas tristes, otras muy alegres, algunas rozan la indiferencia, hay temporadas que ilusionan y otras que decepcionan. Algunas apenas dejan un ligero sabor agridulce al final del paladar... ésta, quizás, está durando demasiado.

Siento que no tengo ilusión por nada, me siento más conformista que nunca, a pesar de que lo que hago no me gusta. Sé que estoy desesperada, no me niego a reconocerlo, yo también me asusto de mis pensamientos. Anoche me sorprendí ideando mi propia muerte, busca posibles soluciones rápidas a este martirio. Al llegar a este punto, mi yo cuerdo se despertó de pronto, y pude reaccionar a tiempo y convencerme de la locura que estaba imaginando. Pero algo dentro de mí me impulsa a seguir fingiendo mi final y dudo de si podré mantenerlo distante.

Ahora estoy más relajada, desde que he empezado a escribir he dejado de llorar, tú me ayudas a calmarme, solo con saber que tus pupilas se posarán sobre estas letras ya siento algo de alivio. Tengo que buscar una razón para continuar, para no cometer un fallo del que no pueda regresar.

Hace unos años solía jugar a encender cerillas, me gustaba contemplarlas arder y luego matarlas poco a poco con un leve soplido, porque ninguna cerilla es igual a otra, ninguna vuelve a revivir, ninguna llama dura eternamente. Hoy tengo mi propia cerilla, ¿crees que podrás encender esa llama y mantenerla incandescente?

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